¡España se rompe!

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Hay que reconocerle al PP su habilidad para inventar eslóganes pegadizos y contundentes. Durante los últimos años, uno de sus "hits" fue el famoso "España se rompe" acuñado por Aznar ante la reforma de los estatutos autonómicos y, sobre todo, el debate sobre el Estatuto Catalán. Todo ello como respuesta, por supuesto, a los desmanes de los nacionalistas en alianza con los rojos peligrosos del PSOE.

Para usar machaconamente la frase daba igual que anteriormente Aznar hablara catalán en la intimidad o hubiera gobernado cómodamente una legislatura con los votos de CIU o que, cuando llegó el momento de aprobar el resto de los estatutos autonómicos, muchas comunidades autónomas copiaran literalmente artículos o competencias que, si eran pedidos por los catalanes, eran una afrenta a la soberanía nacional, pero en boca del PP de Camps en Valencia significaban, simplemente, descentralización y autogobierno.

Y en la provincia de Burgos hemos tenido también nuestras cosas. Envuelto en la bandera, el Partido Popular ha puesto el grito en el cielo con el chacolí o con el concierto económico vasco. En el asunto del chacolí, daba igual que la producción burgalesa de ese vino fuera absolutamente residual o que tengamos en nuestra provincia dos denominaciones de origen propias y punteras como el vino de Arlanza o el Ribera. Lo que había que hacer es convertirlo en una afrenta histórica y financiar la producción y promoción de un vino sin calificación alguna mientras se negaba el pan y la sal a las otras dos denominaciones que tenían la desgracia de no producir réditos políticos sino "solamente" riqueza.

Con respecto al concierto vasco, había que olvidar que estaba reconocido en la Constitución Española y que el propio Aznar, siendo Presidente, había acordado la prórroga de su vigencia, sin una palabra en contra de la Junta de Castilla y León ni del PP de esta tierra. Había que olvidar también que el PP del País Vasco lo defendía. Era un buen momento para enfrentar de nuevo a las personas y a los territorios y acusar al PSOE, una vez más, de romper nuestra integridad territorial y fomentar la desigualdad de los españoles.

Y llegamos a Treviño, tema recurrente para los nacionalistas de uno y otro lado de la frontera. Resulta que es imposible que este enclave cambie de manos  porque su pertenencia a la provincia de Burgos está amparada por el Estatuto de Autonomía y tanto el PP como el PSOE hemos afirmado públicamente en multitud de ocasiones nuestra posición. Otra cosa es que, personalmente, entiendo el descontento de sus vecinos quienes, como los de muchos otros territorios periféricos de Castilla y León, tienen una deficiente prestación de los servicios públicos. Pero es una golosina demasiado dulce para los campeones de la patria. Lo usan como punta de lanza quienes consideran siempre más importante los territorios que los habitantes de esa tierra. No va a cambiar de manos nunca pero viene bien como pieza en el juego de los patriotas de pacotilla de uno y otro lado.

Y después de años de oír barbaridades, resulta que hoy, el nuevo alcalde de Treviño presenta una moción para iniciar el expediente de segregación del Condado de nuestra provincia y nuestra Comunidad Autónoma. Sí, no estoy hablando de hacer una consulta a los ciudadanos ni de iniciar un debate sino, directamente, de ejecutar el proceso de segregación. Y los 3 concejales del PP allí se abstienen porque "no quieren oponerse a la voluntad de los vecinos". No quiero imaginar qué hubiera sucedido si hubieran sido concejales socialistas los que no se hubieran opuesto. O si estuviéramos hablando del PSC.

La política debe ser cordura, coherencia, sensatez y también memoria. Lo peor de todos estos asuntos es que siempre nos hacían olvidarnos de lo importante y, todo este debate, ya sea sobre Cataluña o sobre Treviño, me sigue dando la impresión de que no es más que una cortina de humo. No son esos los problemas de la gente, no son sus verdaderas preocupaciones, pero es muy fácil usarlos para manipular, para encender los ánimos, para enfrentar y para ocultar la incapacidad de solucionar las dificultades por las que estamos atravesando.


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